Sin embargo, uno de los ejercicios que Andrea Arobba propuso en su taller parece indicar lo contrario. La risa es "un vehículo educativo fantástico", dice esta bailarina, coreógrafa, docente y directora que ha desarrollado una destacada carrera en el mundo de la danza contemporánea dentro y fuera de Uruguay.
"Un sujeto que ríe aumenta el volumen de endorfinas en su caudal sanguíneo, pero también baja la guardia, se siente más cercano a sus semejantes y más proclive a establecer lazos empáticos, que es exactamente lo que queremos para favorecer una actitud colectiva de aprendizaje", explica. La dinámica consiste en generar una risa voluntaria y colectiva para llegar a ese estado.
Los y las docentes participantes también se enfrentaron a otra noción que Arobba define como "artificial" y que favorece la quietud como estado ideal para dictar una clase. Para desarticular el artificio, invitó al grupo a caminar por todo el salón describiendo recorridos sinuosos.
En última instancia, estas provocaciones buscaban, si no sepultar, al menos cuestionar la tan incorporada dicotomía entre mente y cuerpo. "El objetivo fundamental es compartir entre docentes la idea de que las actividades intelectuales son también procesos corporales".